lunes, 16 de agosto de 2010

Un amor universitario. Parte V

Marcos abrió la puerta sin hacer ruido, subió las escaleras de la misma forma y entró en el cuarto en el que Paula residía, se dirigió al balcón, a continuación se puso de rodillas detrás de ella mientras sujetaba con las manos el ramo de rosas rojas que le había comprado, cuando de pronto, Paula se giró y pegó un gran grito. Estaba a punto de matarlo, ya que a ella no le gustaba mucho que le dieran esos sustos, pero por otra parte iba a matarlo a besos y caricias, debido a que se acordó de que ese día era su cumple. Marcos, ya de pie, le entregó el ramo de rosas rojas a Paula, que aún seguía perpleja. Al fin bajó de aquella nube en la que se encontraba muy feliz, le contestó dándole las gracias  y impulsó hacia los brazos de su chico a la misma vez que le besaba apasionadamente.  
Poco después, ya un poco más calmados, se bajaron a la cocina y se dispusieron a desayunar, pero como hoy era el cumple de Paula, el desayuno lo haría Marcos. Él esperaba que fuera del agrado de ella, el desayuno era el siguiente, unos churros con chocolate y un vaso de leche templada. Ella lo miró, y se dispuso a darle su opinión sobre aquel desayuno hecho por él. Tardó un poco en decirle lo que pensaba, pero cuando se lo dijo, lo hizo, y como no, a Marcos le gustó que a su chica le encantara lo que le había preparado para ese día tan especial para ella. Terminaron de desayunar, y Paula quería ir a darse un bañito, pero Marcos no la dejó, le dijo que se vistiera y que  le hiciera caso, más bien que confiara en él. Una vez vestidos, se dirigieron al coche, se montaron y cuando lo hubieron hecho él le puso una venda en los ojos a ella, Paula asustada le dijo que qué estaba haciendo, Marcos le respondió que le iba a dar una sorpresa, que confiara en él, y ella lo hizo, o al menos, lo intentó.  Él arrancó el coche y se dispuso a ir a un sitio, en el que creía que ella se iba a sentir muy relajada durante un rato. Llegaron a su destino, aquel lugar era muy lujoso, tenía un descampado a uno de los lados, y por el otro lateral, bueno cerca de él, pasaba un río. Marcos buscó sitio para aparcar el coche, y cuando lo encontró, aparcó y se bajó del coche para ayudar a Paula a bajarse de el también. La condujo hasta la entrada de aquel hermoso establecimiento, y una vez dentro se dispuso a quitarle la venda que él mismo le había puesto para darle una pequeña sorpresa por el día de su cumpleaños. Le quitó la venda y se la guardó en uno de los bolsillos traseros de su pantalón, mientras tanto, Paula intentaba adaptar sus ojos a la luz para poder ver de que se trataba aquella sorpresilla que le había preparado su novio. Al fin consiguió adaptarse al tono de luz que se filtraba por una gran puerta de cristal que había a poco más de 6 metros de ella, se fijó muy bien, y después de mucho pensar e intentar descubrir que era aquello, se dio cuenta de que le había llevado a un balneario, los cuales le gustaban mucho a ella, ya que cada vez que se permitía darse ese lujo lo hacía. 
Marcos la cogió de la mano y se acercó hasta el mostrador, pagó y entraron. Se dirigieron a los vestuarios, eso sí, cada uno al suyo, se cambiaron y salieron al balneario. Fueron probando cada distinta zona de aquel balneario, después de un buen rato de hidromasajes y más cosas, decidieron salir del agua y sentarse en unas tumbonas que habían por allí. El camarero le dijo que si querían algo, y ellos le dijeron que sí, y ambos se pidieron una horchata. Estuvieron hablando hasta que decidieron darse otro bañito, y así hicieron, se metieron de nuevo al agua. Pasaron unas cuantas horas, las suficientes como para que se hiciera la hora de comer, así que pensaron que se debían de ir a comer, y sin pensarlo ni un instante más, salieron del agua, se metieron a sus correspondientes vestuarios y se cambiaron. Cuando salieron iban muy felices, ya que el balneario les había sentado de maravilla. Cogieron el coche, se subieron en el y se fueron a comer. 
Por el camino Marcos encontró un restaurante en el que cuando él era pequeño solía comer con su familia, y le gustaba mucho, así que decidió parar ahí para comer. Bajaron del automóvil y se dirigieron a entrar al aquel local, abrieron la puerta y notaron un olor a tranquilidad, en el que solo se oía el piar de los pájaros que sobrevolaban por encima del tejado de aquel asombroso lugar. Se sentaron en una mesa, alejados del resto de personas que también residían en dicho lugar. Pidieron lo que se suponía que iba a ser su comida, mientras que se la servían, mantuvieron una conversación bastante interesante, o al menos, lo suficientemente interesante para ellos dos. Les sirvieron, y debido a eso dejaron su conversación para después y se dispusieron a comer. Cuando hubieron terminado, comentaron lo bien que había estado la comida. Pensaban continuar con la conversación que habían dejado aparte antes, pero de nuevo les interrumpió el camarero preguntándoles si querían algo más, a lo que ellos respondieron un "No, gracias.", pero de nuevo intervino el camarero, que esta vez preguntó si querían tomar algo de postre, Marcos y Paula se miraron mutuamente como diciendo ¿Por qué no?, y ambos le pidieron un trocito de tarta de queso. Continuaron hablando, o eso intentaron. Al rato vino el camarero y les sirivó los trozos de tarta de queso, ambos se lo agradecieron. Esta vez no dejaron la conversación en segundo plano, sino que mientras que comía uno, hablaba el otro. Al fin terminaron de comer, y Marcos pidió la cuenta, poco después el camarero se acercó y se la dio amablemente, Paula sacó el monedero e insistió en pagar ella, pero Marcos no le dejó ya que era su cumple y debía pagar él, ella lo miró con cara de felicidad, y cuando se levantaron para irse le dio un beso. Fueron hacia el coche, y una vez dentro Marcos lo arrancó, pero había algo que se lo impedía, lo cual era...
Continuará...


By: À Droite